No sé si lo recordaréis, pero hace
unos meses dije que no iba a volver a hablar de política nacional, porque me
indignaba demasiado y me daban unos berrinches tremendos. Bueno, pues he
cambiado; no de idea, sino de sentimientos. Ahora, el panorama patrio no me
produce indignación, sino... risa. Toda esta mierda empieza a parecerme
divertida. ¿Pero cómo es posible que me divierta tamaño desastre? ¿Habré fumado
algo raro? Pues sí, he fumado algo raro, pero no es por eso. Permitidme que me
explique.
Alguien dijo –y si no lo dijo nadie,
lo digo yo ahora- que la diferencia entre drama y comedia es el ritmo. El drama
es lento, la comedia es rápida. De hecho, la risa, en sí misma, es más rápida
que el llanto. Las lágrimas requieren cierto proceso, necesitan algo de tiempo
para florecer, pero la carcajada explota, es instantánea. Vale, al grano: según
esa idea, si cogemos un drama, cualquier drama, y aceleramos su tempo interno, obtendremos una comedia.
Bueno, pues eso es lo que está
pasando en nuestro país: que el drama se está acelerando a marchas forzadas.
Prácticamente cada día nos desayunamos con un nuevo caso de corrupción política.
¿Cuántos van hasta ahora? Ni idea; dudo que alguien lo sepa. Pero lo gracioso
no es esa multiplicación de corruptelas destapadas, sino lo que sucede después.
Tras cada caso que sale a la luz, los presuntos culpables reaccionan siguiendo
exactamente el mismo guion:
1. Convocar una rueda de prensa o
emitir un comunicado para proclamar su absoluta, meridiana y prístina
inocencia.
2. Asegurar que se trata de una
conspiración política contra ellos.
3. Anunciar que se querellarán
contra quienes han puesto en duda su honorabilidad e intachable reputación.
Luego, los siguientes pasos varían
un poco. Algunos se enrocan y no se mueven de dónde están (¿Dimitir?; eso es un
nombre ruso). Otros renuncian a sus cargos en el partido, pero ni de coña a su
acta de diputado o de concejal, si es que la tienen. A continuación, el
silencio, a ver si la opinión pública se olvida de ellos (salvo Esperanza
Aguirre, cuya táctica es hablar, hablar y hablar, no vaya a ser que se olviden
de ella).
Bueno, pues las primeras veces que
escuchas este reiterativo discurso, te indignas. Vaya morro tienen estos, te
dices con el ceño fruncido. Pero al cabo de un tiempo comprendes que en
realidad eso es como el gag una y otra vez repetido que emplean algunos
humoristas. Por ejemplo, en las películas de los hermanos Marx, Harpo siempre
hacía lo mismo: se acercaba a un extraño, le cogía una mano y colgaba de ella
su pierna. La gracia está en la repetición; desde el principio de la película
sabemos que Harpo lo va a hacer, pero no en qué momento; así que cuando
finalmente lo hace nos descojonamos. Por lo gracioso del gesto, pero sobre todo
como reacción expansiva ante las expectativas cumplidas. Y los políticos
corruptos, igual que Harpo, nunca nos defraudan: tarde o temprano nos cogerán
la mano y colgarán de ella su pierna. Y si somos gilipollas, se la
sostendremos. Lo cual, claro, será aún más gracioso.
Luego está la cómica simultaneidad
de opuestos. Me explicaré. Creo que fue Chaplin quien lo dijo: un borracho que
se comporta de forma desinhibida, haciendo el payaso y cometiendo torpezas, no
tiene ni pizca de gracia. Pero un borracho que finge que no lo está e intenta
mantener la dignidad, eso sí que tiene gracia. Adoptar una actitud orgullosa y
digna, cuando todo lo que haces es ridículo, resulta descacharrante.
Por ejemplo, un caso reciente, el
del presidente de Extremadura, José Antonio Monago. Le pillan habiendo hecho
treinta y dos viajes a Canarias, pagados por el erario público (o sea, por
todos nosotros), para verse con una amiga, y el tío reacciona siguiendo el
guion habitual: inocencia, conspiración, querellas. Yo, por casualidad, le
escuché y, joder, era la pura imagen de la dignidad ofendida. Pero al día
siguiente, ¡tan solo 24 horas después! (esa es la aceleración a que me refería
antes), Monago dice que va a pagar los viajes de su bolsillo. Pero, vamos a
ver, ¿no eran viajes oficiales? Entonces, ¿por qué va a pagarlos? Ridículo,
¿verdad? Y gracioso, si te paras a pensarlo. Como ridícula y graciosa es la
reacción de sus compañeros de partido, arropándole entre ovaciones.
Porque esa es otra parte del guion
habitual: lo que hacen los partidos. En primer lugar, defensa a ultranza y
unánime del corrupto, mucho poner la mano en el fuego por él y mucho confiar en
su innegable ética y buen nombre. Luego, cuando las evidencias de corrupción se
hacen más palpables, viene el respeto a las decisiones de los jueces y el
silencio. Finalmente, al llegar las imputaciones, los compañeros de partido
sufren una repentina amnesia sobre el corrupto. ¿Bárcenas? ¿Quién es Bárcenas?
Otra cómica impagable es Esperanza
Aguirre. Resulta que su mano derecha cuando ella era presidenta de la Comunidad
de Madrid, Francisco Granados, está en prisión por dirigir una trama corrupta.
Resulta que el 14 % de los miembros de su lista electoral (incluida ella misma)
están imputados por diversas causas penales, igual que ni se sabes cuántos
alcaldes y concejales de su partido en Madrid. Resulta que, siendo ella
presidenta de la comunidad, y presidenta del PP madrileño, Madrid se ha
convertido en una de las comunidades más corruptas de España, que ya es decir.
Bueno, pues cuando sale a la luz lo
de Granados y la Red Púnica, la Espe convoca una rueda de prensa y pide perdón.
Como si te hubiera pisado sin querer y dijera Huy, lo siento, y ya está, eso es todo. Porque cuando le preguntan
si no piensa dimitir de la presidencia del PP madrileño, por ser responsable en
última instancia (al menos in vigilando)
de tanta basura, ella dice que no, que de ninguna manera. Que eso sería como
abandonar el barco cuando se hunde (barco que ella misma ha contribuido a
hundir), y porque tiene buenas ideas para acabar con la corrupción.
¡Cáspita! Eso es como si Jack el
Destripador dijese: Dejadme solucionar a
mí el problema del maltrato a las mujeres, que tengo mucha experiencia sobre
ese asunto. Para mearse de risa, no me digáis que no.
En fin, renuncio a seguir poniendo
ejemplos. Hay demasiados, y la mayor parte son chistes malos. Aunque los hay
geniales, como el sketch de Cospeal sobre la indemnización en diferido de
Bárcenas. Lo más divertido que he visto desde las empanadillas de Martes y 13. Eso por no hablar de tantas
sufridas e inocentes esposas, desde Ana Mato hasta Cristina de Borbón, que, en
su candidez, jamás se dieron cuenta de que sus maridos eran unos golfos apandadores,
ni de que buena parte de los lujos que las rodeaban estaban pagados con dinero
robado. Ellas interpretan el papel de “chica tonta” de la telecomedia, como
Lisa Kudrow en Friends. ¿Y qué me
decís de Tomás Gómez soltando la lagrimita por su amigo traicionero, al que
le había legado el puesto de alcalde de Parla, pero sin plantearse en ningún
momento que debía dimitir por haber promocionado a un corrupto, algo que él
mismo le exigía (justamente) a la Espe? ¿Y el discursete en ¿inglés? de Ana
Botella para defender la candidatura olímpica de Madrid? Esa sí que es una monologuista
cachonda, y no la Sarah Silverman. ¿Y la surrealista kermesse de los
independentistas catalanes?...
Vale, stop, que he dicho que no iba
a poner más ejemplos. El caso es que los políticos españoles, cuando les coges
el punto, son muy divertidos. De hecho, sus tipologías cómicas se corresponden
con las de los hermanos Marx que antes citaba.
Está el Estilo Groucho, todo
palabrería, cuyo ejemplo más evidente es Esperanza Aguirre. Luego tenemos el Estilo
Chico, que era el más anodino de los tres hermanos famosos; aquí metemos a
Mariano Rajoy. A continuación, el Estilo Zeppo. ¿Y quién narices era Zeppo?
Pues veréis, los hermanos Max no eran tres, sino cinco. Zeppo trabajó en las
primeras películas, pero no como cómico, sino como galán. Galán soso. ¿Y cuál
es nuestro galán soso? Pedro Sánchez, of curse.
Después está el Estilo Gummo, que era el hermano Marx que nunca actuó y, por
tanto, desconocido. En este apartado entrarían todos esos políticos, que seguro
que son unos cachondos, pero no les conoce ni dios. Hay muchos candidatos, pero
no sé cómo se llaman.
¿Y el estilo Harpo? Aquí hay un
problema; Harpo fingía ser mudo, y no existen políticos mudos (en todo caso,
políticos sin micrófono). Cristóbal Montero, por aspecto ridículo –y por estar
a punto en cualquier momento de colgar su pierna de tu mano-, podría formar
parte de esta tendencia, pero es que habla demasiado. Igual que Pablo Iglesias,
que es muy slapstick; pero el tío no
veas cómo le da a la sinhueso. En fin, no hay Harpos en nuestro panorama
político. Una pena.
Pero estoy siendo injusto. Los
Hermanos Marx eran unos genios del humor, mientras que nuestros políticos (de
acuerdo, no todos, pero sí la mayoría de los conocidos) son entre canallas de
tercera y patéticos. Mezquinos personajillos sin interés alguno. Intentan interpretar
un drama de Shakespeare, pero les sale una comedieta de Alfredo Landa.
En fin, soy consciente de que la
progresiva degradación de nuestras instituciones sólo conduce al desastre.
Entonces, ¿de qué me río? De nada, en realidad. Pero, ¿sabéis?, la risa es mucho más sana que los berrinches.
Y, además, a veces tienen gracia los
condenados, no me digáis que no.
22 comentarios:
Olé por la entrada. Es Tomás Gómez, no Pedro Sáncez, aunque lo mismo da. Habría que pensar quién hace de Margaret Dumont...
Perdón, Sánchez
Juan M: Es cierto, me he liado con esos nombres y apellidos tan exóticos. Ya lo he corregido. Gracias por corregirme la errata.
Juan M: Ah sí, quién hace de Margaret Dumont... Pues no sé, quizá todos los españoles.
Looool
Algo parecido se podría hacer en Colombia: El presidente Santos dice que es el mayor enemigo de las FARC, y al día siguiente éstas vuelan una torre de comunicaciones y matan cinco policías. El cabrón tiene el país hecho un caos.
En fin, todo es humor negra en política.
Saludos,
Sebastián
A mí este panorama me deprime profundamente por toda la gente que durante todo este tiempo se ha ido quedando sin trabajo, sin casa, sin negocio e incluso sin sanidad. Por el paso de gigantes que hemos dado hacia el retroceso por el que tantos años lucharon nuestros abuelos.
Ahora bien, a veces de puro patéticos que resultan hacen gracia, eso sí. Eso no te puedo negar porque da la sensación de que cualquiera en su cargo defendería su puesto mil veces mejor.
Saludos
Deberes para hoy: ver (o volver a ver) "Sopa de ganso" de los hermanos Marx y darse cuenta de cómo la realidad siempre, siempre, supera a la ficción.
España hace tiempo que dejó de ser España para convertirse en "Libertonia" (en la Libertonia de la película, nombre elegido con toda la retranca del mundo).
Ansioso estoy de ver lo que pasa en las próximas elecciones...
Rickard
Y se nos ha olvidado comentar qué papel harían en todo este sainete Jordi Pujol y Artur Mas "el astut".
Claro que, si España (o, mejor dicho, el resto de España) es "Libertonia", ellos viven en "Sylvania".
Fijaros en el argumento de "Sopa de ganso":
"Groucho es Rufus T. Firefly, un extraño personaje que llega a ser presidente de Libertonia, una vez que el antiguo presidente es destituido del cargo por problemas en la administración y desavenencias con los aristócratas del lugar. Hay amenazas de guerra con el país vecino, Sylvania, y aunque se trata de hacer la paz, Rufus, en situaciones hilarantes, la rechaza".
¿Vivimos o no vivimos en una película de los hermanos Marx?
Rickard
A mi lo que me preocupa no es ni que haya corruptos, ni que éstos no dimitan, ni que la corrupción esté institucionalizada en este país de manera que mires donde mires encuentras chorizos. Al menos en los 90 daba la impresión de que los únicos estaban en el PSOE. (Sí ya sé que decir esto a estas alturas y después de todo lo que sabemos parece un mal chiste, pero repito que era "la impresión")
A mi juicio lo verdaderamente grave es que este país tratamos a los delincuentes (o presuntos delincuentes) como a héroes. Ahí tenemos desde el Farruquito condenado por atropellar y dejar tirado como a un perro a un hombre, a la Pantoja, a Núñez, al propio Monago, a Barrionuevo y así podríamos continuar aplaudidos y jaleados por una troupe de admiradores cuando no siendo homenajeados por una troupe de admiradores.
De Groucho recomendaría que leyeseis su experiencia acerca del crack del 29. Eso sí, conviene leerlo con sumo cuidado porque detrás del evidente humor hay mucho drama.
Yo con el que me partía es con Aznar. Ya sé (lo hemos hablado muchas veces) que tú no disfrutabas de sus apariciones, pero qué quieres, a mí me alegraba el día.
El problema oculto de todo esto es la crisis que parece instalarse en las democracias occidentales. Regímenes que parecen despeñarse por un desfiladero y detrás de ellas se avistan aquellos regímenes que triunfaron en los años 30 del siglo XX, el estalinismo, el nazismo y el fascismo. Debemos entre todos salvar nuestro régimen de libertades. Siempre seremos la débil parte contratante.
Pero Aznar era clavadito, más bien, a Charlot en "El Gran Dictador" y eso, a veces, daba miedo.
Rickard
La risa es liberadora. Sirve para descargar el malhumor que nos provocan esos aprovechados que citas. Si ponemos uno detrás de otro a todos esos personajes con sus declaraciones y justificaciones, con los pasos que describes, tenemos una secuencia realmente hilarante.
El humor sirve, por otra parte, para desprestigiar a tales elementos, tan populistas y mentirosos. Tan cómicos ellos. Y eso no es un mal objetivo.
Pero cuidado, porque se trata de un asunto serio. Una simple caricatura puede provocar la más violenta de las reacciones, como bien sabes. Las tiranías y el fanatismo no consienten el humor crítico y lo censuran cuando no lo convierten en delito. Ejemplos hay a montones.
La risa es una cosa seria.
Pues César, me encantas, pero yo a esto no le veo ni pizca de gracia.
Cuando estudiaba traducción me pavoneaba diciendo que yo me iba a ir de España porque quería, no porque tuviera que hacerlo, porque mi carrera era muy buena y muy guay y no me iba a faltar el trabajo en España. Año 2008, por supuesto.
Ahora, un año y pico en Alemania después, tengo miedo de no poder volver por todo el mal que estos seres ruines, crueles y cínicos han hecho con nuestro país. No estoy a disgusto aquí ni mucho menos, pero cuanto más tiempo paso aquí, más cuenta me doy de que las aventuras cansan, y de que aunque quiero viajar y vivir en el extranjero unos años más, cuando llegue a la época de "crucero", en la que ya tienes un trabajo estable, un camino y un ritmo definido en la vida, cuando quiera echar raíces, quiero echarlas en España porque es lo que mejor conozco. Porque es la comida que más me gusta y porque ahí están casi todas las personas a las que quiero.
Y me da muchísimo miedo no poder volver. Porque a mí me gusta España (y tuve que irme para descubrirlo), pero vivir con dignidad y trabajo me gusta más. Puede que el panorama político a veces despierte alguna carcajada de puro absurdo. Lo de Cospedal y el directo y el diferido no tiene precio y me encantaría saber si algún colega traductor tuvo que traducirlo para algún medio de comunicación en su país. Pero luego pienso en el millón de críos en el umbral de la pobreza y me pesa más el drama que la comedia.
No me hagas caso. Igual simplemente tengo un día de bajón. Un abrazo.
Deseo fervientemente que se les congele la sonrisa a los payasos.
Mazarbul
Mira que yo soy de los que anteponen una buena función humorística a cualquier otra cosa, pero el precio que hay que pagar por esta me parece del todo excesiva.
Saludos:
Me pasaba casi igual que a ti, César: la política nacional me pone de los nervios y me indigna cada vez más, hasta extremos que no son nada saludables para mí.
Llevo bastante tiempo desconfiando de los políticos profesionales, y cada vez que he tenido que saludar a alguno, después me he contado los dedos, no fuera a faltarme alguno.
Sé que debe ser injusto para esa "multitud de políticos honestos y honrados incapaces de defraudar la confianza de su electorado y de la ciudadanía en general. Gente trabajadora que sólo quiere servir a sus conciudadanos, cuidando prácticamente pro bono de la cosa pública".
Lo que sucede es que debe de ser una mayoría silenciosa. Muy silenciosa y crédula, según parece. No es capaz de desconfiar del compañero de partido que muestra -y las muestran a tutiplén- señales de enriquecimiento inexplicable o ritmo de vida muy por encima de sus (teóricas) posibilidades...
Ni, por supuesto, llamar la atención de sus compañeros o jefes, acerca de esta cuestión. No son chivatos, ni delatores, al menos con "uno de los nuestros".
Si yo fuera mal pensado pensaría que es un silencio cobarde, o cómplice, o ambas cosas.
Cuando llegan las elecciones se nos venden como gente más que preparada. Auténticos fuera de serie, el no va más, el sumum de los sumums, la caraba en bicicleta... para después, cuando se les pide explicaciones – no responsabilidades, que no saben su significado- acerca de porqué eligió para este o aquel cargo, a un compañero suyo que los periódicos llevan años señalando que no es trigo limpio, hacerse los ignorantes más ignorantes de todos los ignorantes; no se enteraban de nada, confiaban ciegamente en la palabra (falsa), de tales individuos, son unos ineptos elevados a la enésima potencia...
No creo que sean tan estúpidos. Tan estúpidos como para pensar ni por una milmillonésima de segundo, que esa excusa, manida y barata (metafóricamente, que en realidad nos cuesta muchos millones), engaña a nadie.
Al menos, ya no debería hacerlo.
Este espectáculo circense ya cuesta demasiado de mantener y los payasos, no tienen gracia, si es que alguna vez la tuvieron.
Como dice Mazarbul, es hora de que se les cogele la sonrisa a los payasos. Pero me temo que se la vamos a tener que congelar los ciudadanos.
Hace muchos años que no esperaba (ni siquiera me importaba) la llegada de las elecciones.
Juan Constantin
Hola César. Llevo un par de meses en un blog de literatura y me gustaría saber si podrías darme una pequeña entrevista. Gracias.
Pedro: Ningún problema. Mándame el cuestionario al e-mail del blog (la dirección está abajo del todo).
Inteligente, certero y ameno el artículo.
Me he pasado meses pensando que el escándalo actual debía ser el último. Ahora, en cambio, estoy convencida de que las mejores sorpresas aún están por ver. En cuanto se vayan yendo de los primeros puestos y los periodistas, que están siempre al quite últimamente, les empiecen a airear los trapos sucios.
Al hilo de uno de los personajes que mencionas, te comento una anécdota real.
Esto sucedió hace unos cuantos años, cuando mi madre todavía vivía y mi mujer y yo bajábamos a Madrid a visitarla.
Estamos en la puerta del Corte Inglés de Goya, saliendo de la Tienda del Gourmet, y de eso que mi mujer se para y me dice:
--¿Te has fijado en ese tío que está hablando por el móvil junto a la puerta? Tiene exactamente la misma pinta de hijo de puta que la gente que trabaja en [y aquí va su lugar de trabajo].
Me quedo mirando en la dirección que me señala, arqueo la ceja, me sonrío y le digo:
--"Ese tío" se llama Francisco Granados y es el número dos de la Comunidad de Madrid. Lo has clavado.
Mal actor: su mera presencia era un spoiler, porque en cuanto lo vio ya supo qué personaje interpretaba.
Juanma: Bueno, al menos en ese sentido son honestos: tienen pinta de malos y son malos.
Pero, claro, no es una cuestión de honestidad, sino de torpeza.
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